Más de tres palitos tirados a la basura

Los efectos del tornado del fin de semana terminaron de sellar la suerte del tinglado que fuera inaugurado en Diciembre de 2013, como parte de una obra que nos costó $ 3. 191.894.


Montado en el predio dedicado al acopio de basura domiciliaria y otras, se erguía altiva una de las últimas obras inaugurada por el ex intendente Eduardo Galantini en Diciembre de 2013 a poco de finalizar su gestión. La obra comprendió el saneamiento del basural a cielo abierto dándole un límite determinado con alambrados olímpicos y la construcción de un tinglado de importantes dimensiones que sería el lugar donde posteriormente se separaría la basura de acuerdo a su composición.

Con el advenimiento del Olivierismo, la obra pasó a ser un nuevo "elefante blanco" que le costó a Monte Caseros más de tres millones de pesos y que nunca cumplió ningún fin. A poco del cambio de autoridades el tejido olímpico fue desguazado y robado por algunas personas que evidentemente le dieron un uso más racional.


Los postes de hormigón también fueron víctimas de la rapiña hasta que desaparecieron casi por completo. Las inundaciones por un lado y la desidia de los gobernante por otro, coadyuvaron para que todo ese capital se esfumase y nadie responda por ellos.

Pero lo que más se codició del ilustre mamotreto durante estos años, fueron las chapas de cinc. Unas pesadas y largas chapas que cubrían el tinglado y que en algún momento, se conoció, algunas de ellas fueron sacadas por manos anónimas que se llevaron una porción del preciado botín.

El tornado del fin de semana asestó el golpe final para que el gigante quede indefenso y en el piso a expensas de cualquier rapiñero que se lleve sus partes para reciclarlas y hacerlas útiles nuevamente. Luego de la tormenta se había montado una guardia policial que llamó la atención de los vecinos del barrio por la permanencia de una patrulla que no se sabía que es lo que hacía bajo la intensa lluvia.


Al poco tiempo llegaron las noticias que anunciaban que el tinglado había sufrido los efectos del viento y daban cuenta que el último vestigio de la millonaria obra yacía a merced de las pirañas. Eso explicaba la guardia policial a unos mil metros del lugar del incidente y es que la caída de varios árboles añejos sobre calle Entre Ríos no permitía el paso de la camioneta policial.

Entre tanta lluvia, cortes de luz, oscuridad y desconcierto, comenzaron a trabajar como pequeñas hormigas  carroñeras los dueños de lo ajeno. Algunos realmente necesitados de ese botín y otros que la verdad, dan vergüenza ajena. 

Aprovechando la nocturnidad se llevaron hasta lo que no servía como techo y amparados por las sombras apenas si dejaron el esqueleto de un tinglado que se construyó con un determinado fin y que al cabo tan solo sirvió de sombra para los caballos que hurgan entre la basura buscando algo que comer.

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