Una joven concordiense -que hoy reconstruye su vida en otra
provincia- se presentó en los tribunales de Concordia y denunció a unos
de sus tíos, un conocido profesional bioquímico. Lo acusa de haberla
sometido sexualmente “desde el preescolar, más o menos, hasta que
terminé al escuela primaria”.
El hecho “ya era conocido entre amistades y
familiares”, debido a que el denunciado habría admitido oportunamente
su responsabilidad, pero nunca hubo una denuncia formal desde la
familia. “Ahora quiero que el hecho tome estado público, porque a la
etiqueta la voy a llevar siempre, mientras que él sigue su vida como un
señor”, dijo la demandante.
La joven que aceptó dialogar con Diario Río Uruguay pide por el
momento reserva de identidad, por lo que se la presenta como C.G.,
letras que remiten a sus iniciales de apellido y nombre.
Hace más de 10 años que se fue de Concordia tratando de poner
distancia con su tortuoso pasado, una verdadera mochila “que durante la
adolescencia, realmente me hizo tocar fondo”. Si bien en esa etapa de
escuela secundaria los abusos habían cesado, las heridas “me hacían
sentir que no valía nada como persona, entonces si vivía…vivía. Y si
dejás de existir…dejás de existir, como que me daba exactamente lo
mismo”.
Una vez finalizada esa etapa llegó la búsqueda de una universidad que
la aleje de la capital del citrus, pero que también le permitiese
formarse, acceder a otro círculo de afectos y fundamentalmente -después
de un largo proceso- superar en parte las secuelas de los abusos
sexuales que padeció desde la más temprana infancia.
En dialogo con un periodista de este medio, C.G. admite que “muchos
se preguntan porque hago la presentación judicial recién ahora, después
de tantos años”, explicando que “recién ahora me siento equilibrada para
hacer este tipo de denuncia, que lógicamente tampoco es algo muy
fácil”.
En este marco, vale traer a colación que los denunciantes de este
tipo de hechos están amparados -desde el año 2011- por la modificación
del Código Penal que amplía los plazos de prescripción de los delitos
contra la integridad sexual de los menores de edad.
Esta actualización es conocida como la Ley Piazza (ya que fue
impulsada por el conocido diseñador) y puntualmente establece que los
tiempos de caducidad de estos delitos recién comienzan a correr, una vez
que la persona abusada cumple la mayoría de los 18 años de edad. Porque
se entiende que a partir de allí la víctima llega a la maduración y
puede tener la valentía de contar si padeció el abuso de un mayor.
Por todo ello, “a fines de enero tomé la decisión y me presenté en
los Tribunales de Concordia”, remarcando que “no solo está lo que este
tipo me hizo a mi, sino porque no quiero que a nadie le vuelva a pasar”.
Allí C.G. dice: “vos no te imaginas la mochila pesada que yo sentía
cuando veía a este tipo con otros chicos”, porque “te puedo asegurar que
manejar la culpa es complicado, y yo me sentía culpable por no decir
nada”.
La joven también confiesa que “lo que más te traba” -a la hora de
contar lo que pasó- “es no querer tener la etiqueta de haber sido una
persona abusada”, pero hoy asimila que “la etiqueta la voy a llevar
siempre y tener esta etiqueta no es culpa mía. Por eso quiero que el
culpable verdadero tenga la etiqueta que le corresponde”.
El acusado es un hombre de 60 años identificado como Carlos Ríos y
siempre de acuerdo al testimonio brindado por de C.G., este profesional
aprovechaba cuando la entonces niña iba de visita a la casa de sus tíos y
abusaba de ella. Un tormento que padeció desde aproximadamente los 5
años de edad, hasta cerca de los 12 años.
De acuerdo a lo que detalló la víctima, el domicilio de su horror
está ubicado en la zona céntrica, a pocas cuadras de la plaza 25 de
Mayo, sobre calle San Juan.
La causa que se sustancia en los tribunales locales está caratulada
como “abuso agravado” y la defensa del acusado está a cargo del Dr.
Jorge Romero.
Diario Río Uruguay
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