Los conceptos de objetividad y libertad de expresión son analizados en su complejidad por Mauro Brissio.
Diego Ezequiel Litvinoff abre un nuevo debate sobre la comunicación en tiempos actuales a partir de la elección de "emoji" como palabra del año por una fundación española dedicada a la lengua.
El truco es un juego de cartas basado en el engaño que se ha popularizado en Suramérica. A diferencia de otros, aquí no gana el que tiene los mejores naipes sino el que mejor practica la mentira, porque ahí está la papa de ese entretenimiento.
¡Falta envido! Cantaba mi abuelo don Ramón con 21 de mano.
Todos sabíamos que mentía, pero nunca nos animábamos a darle el «quiero» por la mirada, los gestos y la atmósfera que formaba que nos hacía creerle.
Efectivamente, nos chamuyaba pero no dañaba a nadie, a diferencia de las grandes corporaciones mediáticas que también nos engañan pero para llenarse de plata convirtiendo en víctima a todo su público.
Así se manejan, haciendo de la mentira su caballito de batalla.
Si bien quedamos algunos románticos que intentamos cambiar las reglas a quienes inventaron el juego exigiéndoles que informen a la sociedad atendiendo a las necesidades de los sectores populares, también sabemos que una exigencia de este estilo desconoce la estructura de clases a la que pertenecen los medios hegemónicos en la que la naturaleza de los códigos mediáticos es de tipo corporativo y que, por lo tanto, su visión del mundo también lo es.
Las cartas con las que se protegen estas corporaciones son con la noción de "objetividad" y de "libertad de prensa".
Éstas son el ancho de espada y el de basto que supuestamente dicen tener y con las que se sostiene desde su nacimiento ―en pleno contexto positivista― la prensa liberal burguesa.
Sus padres, Heartz y Pulitzer, fueron los primeros en decir "somos objetivos" y desde allí sentaron las bases que intentaron reflejar la realidad, evitando que el sujeto creador interfiera en el encuadre de la noticia borrando las huellas de la producción periodística.
En esta metodología se esconde una invisible pero presente ideología que carga de subjetividad la noticia en el momento mismo en el que se produce su selección, demoliendo el principio de objetividad al que la práctica profesional periodística pretende arribar y que pone fin a la mentira subjetiva disfrazada.
La otra carta con la que se protegen las corporaciones es con el argumento ―también falso― de "libertad de expresión".
Ya lo planteó Arturo Jauretche en Los profetas del odio y la yapa (1973) cuando se refiere a la estafa que generan los medios hegemónicos.
"La prensa nos dice todos los días que su libertad es imprescindible para el desarrollo de la sociedad humana, y nos propone sus beneficios por oposición a los sistemas que la restringen por medio del estatismo.
Al mismo tiempo nos oculta la naturaleza de esa libertad, tan restrictiva como la del Estado aunque más hipócrita, porque el libre acceso a las fuentes de información no implica la libre discusión, ya que ese libre acceso se condiciona a los intereses de los grupos dominantes que dan la versión y la difunden", dice Don Arturo.
Entonces, con su mentiras, lo que quieren es seguir engañando para favorecer sus propios intereses, poniendo en evidencia ―sin que les importe― que poseen un apetito feroz por el dinero de todos los argentinos.
Y aquí está el truco, porque todo lo que obtienen es mintiendo a quienes participan con el solo fin de beneficiar a las corporaciones mediáticas.
Pero no se preocupe que para eso estamos nosotros, ayudando a que se descubra la mentira y se vayan al mazo sin mostrar las cartas. Claro está, perdiendo los puntos.
*Magíster Magister en Comunicación UNLaM, Grupo Artigas.
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