Un estudio publicado en «Nature» hoy ha trazado los cambios genéticos que el hombre sufrió con la llegada de la agricultura y la ganadería. Entre ellos, los que le permitieron consumir la leche, fueron claves para su supervivencia.
Hace unos 8.500 años los europeos sufrieron una gran revolución.
Pasaron de vivir solo de lo que podían recoger de la naturaleza, a
aprender lo necesario para cultivar y cosechar algunas plantas. Además,
junto a la caza, convirtieron la domesticación de animales en una forma
de conseguir carne y queso.
Un estudio realizado por investigadores internacionales, y en el que
han participado científicos del CSIC, ha identificado algunos de los
cambios genéticos más importantes que sufrieron los europeos de entonces y que les convirtieron en algo muy parecido a lo que son hoy. La investigación, publicada este lunes en la revista «Nature», concluye que hubo cambios que afectaron a la alimentación, al sistema inmune y a la altura.
Entre estos, uno de los más importantes le permitió a aquellos europeos
digerir la leche durante la edad adulta, hace unos 4.000 años.
«Se trata probablemente del rasgo que presenta una mayor ventaja para la supervivencia de los europeos», explica Carles Lalueza-Fox, biólogo evolutivo de la Universidad Pompeu Fabra e investigador del CSIC que ha participado en el estudio. «La leche era un recurso alimenticio muy rico, fijo y seguro. Cuando había una mala cosecha o un invierno muy largo, podía permitirles sobrevivir», añade.
Así, mientras que los que no podían alimentarse de la leche cuando
eran adultos tenían una menor probabilidad de supervivencia, los que sí
podían tenían una ventaja que facilitaba que transmitieran sus genes a
la descendencia. Gracias a este proceso, que se conoce como selección natural,
la evolución favoreció la aparición de una variante genética que
permitía la digestión de la leche a través de una enzima llamada
lactasa.
Piel más clara y menor estatura
Pero la agricultura y la ganadería también provocaron la aparición de
otros cambios genéticos, aparte de la recién adquirida capacidad de
digerir leche. En total, los investigadores han identificado la
aparición de 12 variantes genéticas que transformaron al humano cazador
en un humano mejor adaptado a las nuevas circunstancias del Neolítico.
Entre estas, han hallado mutaciones relacionadas con la piel clara de
los europeos actuales pero que estaban ausentes en las poblaciones de
cazadores-recolectores anteriores, como las representadas por el hombre
de La Braña, un leonés de piel oscura y ojos azules.
«Detectamos que con el Neolítico llegó la pigmentación clara, a causa
del cambio de dieta. Con la agricultura, se dejó de ingerir tanta carne
en forma de vitamina D, y era necesario suplementarla a través de la
radiación solar. Y la piel clara favorece este proceso», explica
Lalueza-Fox.
Más defensas
También se han identificado variantes genéticas relacionadas con la disminución de la estatura que experimentaron aquellos europeos, y que quedó más fijada en las poblaciones del sur de Europa,
sin que se sepa hoy en día por qué. «Podría tratarse de una cuestión de
recursos y de nutrición», puntualiza el investigador del CSIC.
Además, aparecieron nuevas mutaciones que protegían frente a los
perjuicios de una dieta basada en solo uno o dos tipos de cultivos y que
cambiaban el funcionamiento del metabolismo, por ejemplo alterando el
proceso de procesamiento de los ácidos grasos.
Por último, aparecieron variantes genéticas que preparaban al sistema inmune para proteger frente a los nuevos patógenos que llegaron con la convivencia con el ganado y con la vida en asentamientos mayores. Entre estos, Lalueza-Fox menciona la gripe, la varicela, la viruela y el sarampión.
Todos estos hallazgos se han hecho después de analizar los genomas
(conjuntos de genes) de 230 individuos que vivieron durante la
Prehistoria europea. A diferencia de los estudios anteriores, en esta
ocasión se ha hecho una prueba que permite analizar la naturaleza de
regiones concretas del genoma en combinación con una nueva técnica de
extracción de material genético que permite obtener una cantidad de ADN
700 veces mayor que lo conseguido con otras técnicas.
La «esencia» de Europa
Con todo, este perfil genético permite entender cómo influyeron las
nuevas condiciones que llegaron con el Neolítico: «Los datos obtenidos
son fundamentales para comprender el papel que han jugado las adaptaciones culturales en la configuración genética de las poblaciones
europeas de la Prehistoria reciente», afirma Lalueza-Fox. «Es como ver a
la selección natural actuando en tiempo real. Este análisis nos permite asociar la selección con cambios ambientales específicos», añade Iain
Mathieson, el primer autor del estudio e investigador en el Harvard Medical School.
Si la revolución cultural del Neolítico cambió los genomas de los europeos, los científicos también han encontrado evidencias en los genes de que los primeros granjeros procedían de Anatolia,
en la actual Turquía, y que a su vez procedían del «Creciente Fértil»,
en los valles del Tigris y del Eúfrates. Así, junto a la «esencia» de
cazador que dominaba a los europeos, el Neolítico incorporó la
influencia genética de los granjeros. Por otro lado, en este y otros
estudios hay indicios de que los grandes movimientos de población del
Este incorporaron también los genes de los nómadas de la estepa.
Incluso en la actual España, en el extremo occidental y más alejado
de estas influencias, todo ese influjo acabó transformando para siempre
el corazón de Europa.
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