Este mediodía el Uruguay marcó los 3,99 metros y la cachuera estaba especial para probar el pique del dorado, allí nos encontramos con un habitué de esta práctica y nos contó que el tigre de los ríos andaba cazando.
El único pescador que se animó a probar suerte desde la orilla del Uruguay, y con el agua hasta arriba de los tobillos fue don Coco, un pescador nato que conoce como pocos los secretos de la cachuera, donde el río corre bravo entre las piedras negras y el pez más preciado suele darle algunas alegrías.
"El viento está muy fuerte" gritó desde un lugar alejado y al que se podía llegar, solo mojándose las patas, como dice el refrán el que quiere pescado que se moje el ...
"no hay mucha carnada y le erré dos veces al pique", se quejó el veterano pescador, mientras mostraba la carnada medio mordida por el esquivo dorado.
"no hay mucha carnada y le erré dos veces al pique", se quejó el veterano pescador, mientras mostraba la carnada medio mordida por el esquivo dorado.
Era cierto que el viento complicaba su labor pero la experiencia del hombre mitigaba el accionar del céfiro que tenía casi de frente, porque a esa hora soplaba del Este y con bastante intensidad. Allí a unos pocos metros en una saliente de las piedras estaba su mochila, con el avío y algunas brazoladas de repuesto, un poco más allá, el tramayín estirado para lograr carnada fresca.
La fría mañana obligaba al abrigo, gorra tipo colla, pantalón arremangado hasta las rodillas y las tremendas ganas de despuntar el vicio y tentar a la suerte en busca del preciado botín de color oro. Don Coco pretendía un buen dorado y un par de mbigüás luchaban por conseguir algunas mojarras; de lejos una garza blanca arrebujada por el frío los miraba atentamente sin inmutarse, mientras el hombre y las aves acuáticas repetían los movimientos casi mecanizados.
La costa casereña tiene ese encanto natural aunque el frío amedrente. Siempre está la posibilidad de tirar una línea y sacar un hermoso dorado u otro tipo de pez que anda por la orilla, eso es cuestión se suerte, pero lo que no depende de la fortuna es el poder disfrutar de un lindo momento en contacto con la naturaleza por más que las condiciones atmosféricas no sean las ideales.
La fría mañana obligaba al abrigo, gorra tipo colla, pantalón arremangado hasta las rodillas y las tremendas ganas de despuntar el vicio y tentar a la suerte en busca del preciado botín de color oro. Don Coco pretendía un buen dorado y un par de mbigüás luchaban por conseguir algunas mojarras; de lejos una garza blanca arrebujada por el frío los miraba atentamente sin inmutarse, mientras el hombre y las aves acuáticas repetían los movimientos casi mecanizados.
La costa casereña tiene ese encanto natural aunque el frío amedrente. Siempre está la posibilidad de tirar una línea y sacar un hermoso dorado u otro tipo de pez que anda por la orilla, eso es cuestión se suerte, pero lo que no depende de la fortuna es el poder disfrutar de un lindo momento en contacto con la naturaleza por más que las condiciones atmosféricas no sean las ideales.
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