Apenas maduro, con acné flamante y unos ojos que miraban todo con sorpresa y curiosidad. Así debutó Aleix Espargaró en el Moto GP. Fue en Estados Unidos, en 2009. En aquella carrera, el español piloteó por primera vez una de las grandes, de las buenas, las que sirven para soñar.
Aleix Espargaró, Suzuki |
Ayer, en el circuito de Termas de Río Hondo fue
el más rápido. Sorprendió a todos. Más rápido que el campeón Marc Márquez y que el líder del torneo, Valentino Rossi.
Su Suzuki fue mejor que las Yamaha y las Honda (y más de medio segundo
mejor que el segundo clasificado, el italiano Andrea Iannone, con una
Ducati). Inesperado.
Espargaró dominó el arranque. Fueron los primeros entrenamientos del
segundo Gran Premio de la Argentina desde que la categoría regresó al
país. En una pista sucia pero impactante, en una Termas de Río Hondo
convulsionada y transformada en la capital nacional de la velocidad. En
un Santiago del Estero alterado por locos sobre dos ruedas (los
fanáticos, no los pilotos) que bajan desde el norte y suben desde el sur
hasta llegar al lugar de la carrera.
“El año pasado, a esta altura, había más gente”,
decía Rosana, mientras despachaba un aerosol de menta para el aliento
que compró un brasileño enorme. El tipo vestía la gorra de Valentino
Rossi y una remera con publicidades de marcas de motos. “De Brasil, casi
todos los extranjeros son de ahí”, agregaba la dueña de una tienda de
productos de primera necesidad, justo en la avenida principal.
Si hay menos gente, no parece. Una tras otras,
cientos de motos iban y venían ayer en la tardecita calurosa. Otras
cientos, estacionadas a 45 grados sobre la plaza central, como en un
ritual de secta. Motos de todo tipo, toda cilindrada, todo color.
Las que puedan imaginarse. Los curiosos no cesaban de pasear por ahí,
arropados por motores acelerados con convicción y por la música de
ocasión. Con el GP, Termas se transforma en un calidoscopio extraño,
un local y algo cosmopolita. Por momentos, abarrotado de colores
fulgurantes que escupen las camperas de los fanáticos, sus monturas, las
botas, los cascos.
El circuito está lejos, a unos 20 kilómetros del centro de la ciudad.
Y, desde este año, más porque el gobierno de Santiago logró que una
empresa construyera un hotel en el ingreso de la pista. Un hotel de lujo
al que han ido a parar las estrellas del MotoGP. Un pequeño estado
independiente que vino a solucionar la incomodidad de 2014. ¿Qué había
pasado? Márquez, Rossi y toda la troupe de los pilotos más importantes del mundo habían sido albergados en el centro de la ciudad.
Su salida a la calle aquel viernes por la noche los convirtió en
objetos de deseos y debieron soportar aquel amor.
Fue Rossi el que se
quejó y llegó a decir que se había sentido un mono en el zoológico,
observado y enjaulado en uno de los restaurantes de Termas.
Aquello ya no ocurrirá. La experiencia fue una sola vez y duró poco
para los pilotos extranjeros que en 2015 bajan de sus habitaciones y
ponen un pie en la pista. Sin más.
Espargaró puso arriba a una Suzuki. En 2014, el
equipo se había quedado un día más después de la carrera para probar en
el cemento termense. ¿Será el resultado de aquel esfuerzo? Como sea, no
sólo es una buena noticia para él. Que sea una marca diferente la que
haya mostrado los dientes abre la expectativa para la carrera en
Argentina. Habrá que ver si en clasificación (hoy, desde las 14.10)
puede defenderlo.
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