La Reserva Natural del Iberá en la provincia de Corrientes, es una de las áreas protegidas más extensa del país. Sus 13.000 Km2, representan poco más del 14% de la superficie provincial (sobre un total de 88.199 Km2) comprendiendo a 7 departamentos e involucrando por proximidad y accesibilidad a 9 localidades o pueblos.
Su magnificencia escénica dominada por el agua, se describe en ambientes de esteros, bañados, cañadas, grandes lagunas y serpenteantes ríos, los cuales configuran el soporte de una biodiversidad extraordinaria y visible y el entorno de comunidades humanas, cuyos patrones culturales se encuentran fuertemente influenciados por los condicionantes que natura impone.
Debe decirse, que el devenir turístico de los últimos años, generó un cúmulo de oportunidades para el Iberá. La capitalización de estas oportunidades, sirvieron de plafón para iniciar un fuerte derrame en materia de desarrollo local para las comunidades involucradas. Pero más allá de estos detalles, también debe decirse que los comienzos, el “empezar a andar turístico” del Iberá, no fue sencillo. La creación de la Reserva significó un punto crucial en esta historia puesto que significó la intervención sobre el territorio, con especial énfasis en el manejo y conservación de sus recursos naturales, cuyos frutos comenzaron a florecer pocos años después con la restauración de su fauna conjuntamente con la vastedad de sus panoramas, sus lagunas sin horizontes y sus interminables vergeles de juncos y embalsados. Sin dudas que con esto, se lograba la re-creación de un escenario natural único que consecuentemente sirviera de atractivo fundamental para los visitantes de todas las latitudes.
Pero cuando esto comenzara tímidamente a suceder a partir de mediados de los años ´90, surgieron un sinnúmero de debilidades relacionadas con los servicios y atención de aquellas personas que comenzaban a llegar a algunos de los varios puntos de visita que posee el Iberá en su gran extensión. Poder comer o disponer de un lugar para dormir eran tareas titánicas. Lograr que alguna persona oficiara de “Guía” era igual o más difícil. Solo en la Colonia Carlos Pellegrini, a orillas de la laguna Iberá (homónima a la denominación de la reserva y el parque) se podía disponer de algún tipo de servicio esencial: algún espacio para una carpa, un par de almacenes para proveerse del algún fiambre casero aunque los viejos cazadores del estero avenidos en Guardaparques provinciales, podían ensayar rústicamente algo de sus sapiencias en alusión a todo aquello que el visitante encontraba. Obviamente, esa misma rusticidad se fue puliendo con el correr de los años, hasta llegar al punto de transformar un simple conjunto de palabras en ideas y mensajes más amplios y efectivos. Incluso se inició una transmisión oral entre Guardaparques y compueblanos, hecho que fuera prontamente aprovechado por algunos locales para convertirlos en conocimientos a ser compartidos con los visitantes que comenzaban a llegar.
Así se inicia un derrame adicional de beneficios acarreados por el turismo en la zona. Así se agrega un nuevo elemento a la historia de desarrollo local promovida por el turismo, que trajera aparejada el afianzamiento del arraigo a partir de proyecciones laborales novedosas y originales en el propio terruño, compartiendo lo “propio”. Así comienza una verdadera escalada valorativa del patrimonio iberano, de la mano de la jerarquización de las competencias comunitarias y las llegadas de visitantes cada vez más ávidos de entender más y mejor de lo que sus “ojos ven”.
Pero también el incremento de visitantes, trajo consigo nuevas exigencias que desembocaran en nuevos desafíos. La demanda de servicios comenzó a notarse con más intensidad. Así, en Colonia Carlos Pellegrini comenzaron a florecer hosterías y algunos otros servicios turísticos un tanto más complejos. Así, se inicia la multiplicación del turismo en el Iberá. Ituzaingó comenzó a ampliar su oferta involucrando el sector norte de la Reserva. Desde San Miguel y Concepción, a partir del involucramiento de su propia “gente” comenzó a suceder lo mismo. Desde el paraje Galarza y en función de inversiones particulares y el soporte de la seccional de Guardaparques, produjo el mismo efecto.
Desde luego que todos estos efectos, fueron consecuentes de una causa: el diseño y desarrollo de políticas públicas de parte del estado provincial para solidificar el turismo que se inicia fuertemente a partir de 2010. Muestra de ello es la existencia de un Plan de Desarrollo Turístico Sustentable 2021, el cual a través de sus ejes, promueve inversiones y capacitaciones en los pueblos involucrados. Muestras tajantes de tales políticas, son los museos y centro de interpretación en la localidad de Concepción, la formación de Guías de Sitio que derivara en la conformación de asociaciones, el apoyo a emprendedores locales para el desarrollo de sus inversiones como también la facilitación de líneas crediticias para la ampliación de sus emprendimientos. Aunque la muestra más tajante está dada en la creación del Ministerio de Turismo, el cual se consagra a estos aspectos.
Desde la piedra fundamental de la creación de la Reserva Natural del Iberá o la ley 3771/83 pasando por otro hito esencial o la conversión de cazadores en guardaparques, han pasado 32 años. Hoy los desafíos son cada vez mayores, aunque los esfuerzos de la provincia son cada vez mayores. La disposición de 8 seccionales de Guardaparques más la implementación de otras dos más en los próximos meses, dos centros de interpretación y la incorporación de profesionales al cuerpo de Guardaparques, han sido muestras concretas de lo hecho y actuado en los últimos dos años. Y aunque los conflictos e inconvenientes siempre florecen en proporción a los niveles de actuación, el balance de estos 32 años resulta altamente positivo y alentador para un futuro turístico en el Iberá, que avizora madurar como “la gran joya turística de la Provincia de Corrientes”.
CdR
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