Impacto. Especialistas advierten sobre el crecimiento de esta enfermedad crónica que afecta a la salud física y emocional de los niños.
El sobrepeso infantil es una de las enfermedades
crónicas no transmisibles que más ocupa la atención de los padres y de
la comunidad médica, pues la obesidad como epidemia, que afecta
principalmente a la población adulta, se ha extendido hacia la población
infantil en los últimos años. Los niños también pueden padecerla desde
edades tempranas con serias consecuencias para su salud física y
emocional.
En su libro Obesidad, patogenia, clínica y tratamiento
, el médico Jorge Braguinsky, ex codirector de la Carrera de
Especialista en Obesidad de la Universidad Favaloro, señalaba que si uno
de los padres al momento de la unión sexual padece obesidad, “hay un 40
por ciento de probabilidades de que su hijo sea obeso”. Sin embargo,
esto también significa que hay un 60 por ciento de posibilidades de que
no lo sea.
Entonces, tenemos que trabajar en un enfoque preventivo antes
que terapéutico”, propone Luis Antoniazzi, licenciado en Kinesiología,
quien disertó en las jornadas denominadas “Sobrepeso infantil: un
enfoque preventivo o terapéutico”, que se realizaron a fines de mayo en
la Universidad Blas Pascal.
La obesidad es un incremento en el porcentaje del tejido adiposo
corporal, frecuentemente acompañado de aumento de peso, cuya magnitud y
distribución condicionan la salud del individuo. Para la Organización
Mundial de la Salud (OMS), es “una condición dada por la anormal o
excesiva acumulación de grasa en el tejido adiposo, o en el hígado
(esteatosis hepática) y en el músculo, en la medida que sea un perjuicio
para la salud”.
Se trata de una enfermedad no transmisible, calificada
como epidémica; también es metabólica, crónica, heterogénea (existen
diversas formas de obesidad que suponen patogenias, clínica, pronóstico y
tratamiento diferentes) y es una patología estigmatizante porque puede
producir culpa, disminución de autoestima y desadaptación social en las
personas que la padecen. Si a este cuadro le agregamos la situación de
vulnerabilidad de un niño, la situación se agrava notablemente.
Momentos críticos
En la infancia existen momentos especialmente críticos para el
desarrollo de sobrepeso, como la gestación, la infancia temprana, el
periodo entre los 5 y 7 años y la adolescencia. “Entre los factores de
riesgo, el haber nacido con un bajo peso puede favorecer obesidad
futura, así como nacer con un alto peso, la obesidad de los padres, una
alta ganancia de peso en los primeros 12 meses y un rebote adipositario
temprano (lo esperado es entre los 5 a 7 años)”, explica la doctora
Liliana Villafañe, especialista en Pediatría y Salud Pública y
secretaria del Comité Nacional de Crecimiento y Desarrollo de la
Sociedad Argentina de Pediatría (SAP). “También influye la ingesta de
alimentos en la familia con alta densidad calórica y el estilo de vida
sedentario”, añade.
Según los especialistas consultados, una de las causas a las que se
podría atribuir el alto porcentaje de sobrepeso y obesidad en niños es
un desequilibrio energético entre calorías consumidas y gastadas.
También, un elevado consumo de alimentos elaborados y refinados (con
altos porcentajes de azúcar, grasa y sal, pero pobres en vitaminas,
minerales y otros micronutrientes). Susana Chirio, presidenta del
Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Córdoba, agrega que a esto
se suma la ingesta de “una menor cantidad de horas de juegos y actividad
física en los niños”, lo que repercute en su metabolismo con la
consiguiente acumulación de grasa corporal y las publicidades que
invitan a los pequeños y adolescentes a un consumo más frecuente de
alimentos de alta densidad calórica.
La obesidad infantil también es factor de riesgo de trastornos y
complicaciones como las dificultades respiratorias por aumento de la
grasa perifaríngea, el alto riesgo de fracturas, la hipercolesterolemia y
la hipertensión arterial. En edades más tempranas, se presentan
enfermedades que se creía que solo podían afectar a las personas
adultas, como la resistencia a la insulina, enfermedades
cardiovasculares y diabetes.
“Un niño tiene sobrepeso cuando al trasladar su talla y peso a tablas
de percentiles, se encuentra entre 85 y 95. Y estaríamos frente a una
obesidad cuando está por encima del percentil 95”, indica Chirio.
Crecimiento
El crecimiento estructural de un niño está vinculado con una
aceleración del crecimiento esquelético que se da en determinados
periodos. “Es asimétrico, o sea, no es lineal en el transcurso de la
vida. Hay un incremento en la masa muscular o tejido energético que
forma parte de la masa magra”, señala Antoniazzi.
“Pero también está el
crecimiento del tejido adiposo. Hasta el año de vida, el niño desarrolla
todas las fibras musculares. La cantidad de fibra muscular no va a
variar”, agrega.
El crecimiento energético que se produce después del año de vida
incrementará el tamaño de la masa muscular, a los 6 años y en la
preadolescencia. “En el último trimestre de la vida intrauterina,
después del primer año y en la adolescencia, se produce una hiperplasia
del tejido adiposo, una mayor cantidad de tejido celular, siempre y
cuando haya un balance calórico positivo. “El problema es que, como la
obesidad es una epidemia, actualmente a cualquier edad se puede producir
una hiperplasia adiposa”, advierte Rubén Pérez, director de la carrera
de Educación Física de la Universidad Blas Pascal.
Los especialistas, además, destacan la importancia de la
responsabilidad de la madre durante toda la gestación. Consideran clave
evaluar en qué condición y cuál es el estado nutricional de la madre y
su Indice de Masa Corporal (IMC) en el embarazo. Lo ideal es que al
momento del parto la madre no supere los 7 u 8 kilos. Hay que indagar
cómo se embarazó y esto está vinculado con la responsabilidad biológica
de la madre y del padre, en cuanto al estado de salud y condición física
de ambos progenitores. Esto forma parte del patrimonio genético.
“También hay que indagar sobre el índice de masa corporal del padre y si
tiene sobrepeso. Si uno de los ellos al momento de la unión sexual
padece obesidad, hay un 40 por ciento de probabilidades de que su hijo
sea obeso, pero esto quiere decir que hay un 60 por ciento de
posibilidades de que no lo sea. Entonces tenemos que trabajar en un
enfoque preventivo antes que terapéutico”, indica Antoniazzi.
Liliana Villafañe, quien además es titular del Centro de Atención
Libera (Programa Integral de Prevención y Tratamiento del Sobrepeso
Infantil), también destaca que como factores protectores de la obesidad
se mencionan la lactancia materna, la incorporación de alimentos
saludables y la actividad física regular.
“El cuerpo está diseñado para moverse; si no lo hacemos, se atrofia.
Si un niño está quieto y sedentario, sus estructura muscular se atrofia.
Por eso es clave realizar actividad física para respetar nuestro diseño
evolutivo, es nuestra responsabilidad biológica que ayuda a retrasar el
proceso de envejecimiento. Vemos niños abrazando pelotas de fútbol,
pero mirando su teléfono o la televisión, están con amigos
corporalmente, pero social y emocionalmente están separados y quietos”,
observa Antoniazzi.
Sobrepeso “emocional”
Si en los tres primeros años de vida un niño no recibe una
alimentación saludable, crecerá con deficiencias nutricionales que se
verán reflejadas en su cuerpo. En cuanto a su desarrollo neurológico,
hay que considerar varios sistemas: la neocorteza, vinculada al
razonamiento, el sistema límbico, que domina las emociones, y el
reptiliano, que es el que asegura la supervivencia y está vinculado con
los recuerdos y las emociones. “Hasta los 2 años se desarrolla el
sistema nervioso reptiliano y límbico en mayor medida, por eso es clave
el acompañamiento y la contención que realicen los padres en estos
períodos de desarrollo del niño. Luego, se desarrolla el neocórtex, la
interconexión entre neuronas se da hasta los 6 años, es el desarrollo
del cerebro emocional”, reflexiona Antoniazzi. Por eso, el especialista
agrega que el sobrepeso en los niños también está relacionado con el
sobrepeso emocional que se ve reflejado en trastornos de conducta, en el
desencadenamiento de disfunciones a partir de hechos traumáticos,
factores hereditarios y con la convivencia con personas con obesidad por
la influencia de hábitos obesogénicos”, explica la médica psiquiatra,
Stéphane Clerget en su libro Sobrepeso Emocional .
La autoestima es importante porque la manera de percibirnos y
valorarnos moldea nuestras vidas. “Las personas obesas pueden
experimentar múltiples problemas que resultan reflejados en los aspectos
como la psicomotricidad fina y gruesa. Presentan estados de ansiedad
(se refugian en la comida), tienen dificultades de aprendizaje, algunos
problemas de memoria. También se puede ver afectada su autoestima al ser
objeto de burlas, discriminación social y dificultades para
relacionarse”, reflexiona Villafañe.
Los niños que tienen sobrepeso pueden tener inconvenientes con su autoestima. “El bullying
(la violencia entre niños) es más frecuentemente dirigida a niños y
adolescentes obesos. La otra limitación frecuente es la vergüenza que
sienten de mostrar su cuerpo en público, y que se traduce en aislamiento
social”, agrega la pediatra.
Recomendaciones
La infancia representa una oportunidad única para el establecimiento
de hábitos de alimentación saludable y de actividad física, los cuales
protegerán al niño de la obesidad futura.
Una adecuada nutrición en los primeros años de vida es fundamental
para un adecuado crecimiento y desarrollo. Es una etapa de
estructuración y adquisición de hábitos alimentarios. La aceptación de
los alimentos se desarrolla y cambia durante estos primeros años.
- Hacerles probar alimentos repetidamente es clave para determinar si una comida será aceptada o rechazada en el futuro.
- La alimentación óptima está relacionada no sólo con lo que se come, sino también con el cómo, cuándo, dónde y con quién.
- Se deben minimizar las distracciones durante las horas de comida, los momentos de comer son períodos de aprendizaje, encuentro y amor.
- Hablar con los niños y mantener el contacto visual, darles tiempo para que coman, no hacer expresiones de rechazo de un alimento delante de ellos. Ofrecer los alimentos nuevos al principio de la comida cuando tienen más hambre.
- Si el niño come demasiado rápido, hablarle entre cucharadas y recordarle suavemente que mastique la comida.
- Dejar que pueda elegir qué comer. Por ejemplo, dejarlo elegir entre dos verduras y mostrar alegría porque come verdura.
- Dar el ejemplo. Que los padres den el ejemplo con el consumo de alimentos saludables.
- El rol preventivo en la escuela es clave: es importante que difundan los aspectos nutricionales de los alimentos. También que tengan y promuevan quioscos saludables.
- Es relevante que la familia se involucre en los cambios de hábitos y que comparta actividades con los menores.
- Ante los primeros síntomas, consultar con el pediatra para lograr detección precoz de sobrepeso y obesidad. La incorporación de medidas higiénico-dietéticas adecuadas que serán sugeridas por un nutricionista.
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